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martes, septiembre 24, 2024

‘El salario ya no te da ni para los chicles’

Nazario Valentín, de 72 años es uno de cientos de personas que hacen una larga fila desde tempranas horas de la mañana en el Lincoln Heights Recreation Park, para obtener una despensa de comida.

Nazario es uno de 1.4 millones de personas que sufren inseguridad alimentaria en el condado de Los Ángeles, según un estudio reciente de USC Dornsife.

“En la semana me toca comer solo frijoles con huevo”, dijo Nazario, quien sobrevive con apenas $1,100 dólares mensuales de su seguro de retiro.

“Con lo que recibo de mi pensión no alcanza para sobrevivir”, añadió. “Vivo con mi hijo y no pago renta”.

Sin embargo, el hombre nacido en Puebla, México, a pesar de la ayuda que recibe de su hijo, debe aportar dinero para los pagos de luz, gas y agua.

A Nazario y quienes hicieron fila un jueves reciente, les dieron una caja con frutas y legumbres, además de bolsas de frijol, tortillas y huevo, entre otros artículos de primera necesidad.

Ayuda del distrito 14

Antes, durante y después de la pandemia de Covid-19, la inseguridad alimentaria ya existía entre las familias y personas mayores residentes de los vecindarios de Lincoln Heights, El Sereno, Ramona Gardens y Rose Hills.

“El concejal De León está usando sus fondos discrecionales para pagar cajas de alimentos para sus electores en el Distrito 14”, dijo Pete Brown, portavoz del funcionario público.

Hasta la fecha, De León ha proporcionado alimentos a más de 65,000 familias desde que asumió el cargo, cuando la pandemia ayudo a muchas personas en necesidad.

“Incluso después de que terminó la pandemia, la necesidad continuó”, indicó Brown.

A la salida del Lincoln Park y, empujando un carrito con ruedas, la señora Gloria Orozco, originaria de Guadalajara, jalisco,  ayudaba a cargar la despensa de su amiga, Cristina González, de Michoacán.

“Soy una ama de casa y tengo dos hijos que alimentar”, dijo la señora Orozco. “Mi esposo trabaja como cocinero, pero el dinero no alcanza”.

Por su parte, la señora González dijo a La Opinión que, debido a la carestía de los alimentos, para ella y su familia quedó en el olvido cualquier salida a algún restaurante.

“El poco dinero que tenemos lo usamos para comprar la comida y la ropa de los hijos”, declaró. “Yo no me compro ropa nueva y la que tengo, solamente la lavo para que esté limpia”.

Crisis de inseguridad alimentaria

En julio, expertos del Colegio de Letras, Artes y Ciencias de USC Dornsife examinaron la inseguridad alimentaria y nutricional en el condado de Los Ángeles y llegaron a la conclusión de que 1.4 millones de personas, -principalmente adultos se ven afectados por ese doble desafío.

De hecho, aseguran que los adultos jóvenes hispanos y asiáticos son los que corren mayor riesgo, comprometiendo potencialmente su salud.

“Para abordar las principales causas de enfermedades crónicas como la diabetes y los problemas de salud mental, debemos hacer un seguimiento tanto de la inseguridad nutricional como de la alimentación. inseguridad en el condado de Los Ángeles”, dijo Kayla de la Haye, directora fundadora del Instituto para la Equidad del Sistema Alimentario (IFSE) en el Centro de Investigación Económica y Social de USC Dornsife.

“Abordar la inseguridad alimentaria es fundamental para garantizar que las personas tengan suficiente comida, pero también debemos comprender quién enfrenta barreras para llevar una dieta saludable”.

La inseguridad alimentaria se relaciona con el acceso a suficientes alimentos, mientras que la inseguridad nutricional se centra en el acceso a alimentos saludables que satisfagan las preferencias personales. La disponibilidad limitada de alimentos está relacionada con importantes problemas de salud física y mental.

Pedir comida en todos lados

Blanca Herrera, de 27 años, nacida en Sonsonate, El Salvador, acudió a la distribución gratuita de alimentos en el parque de Lincoln Heights con su niña, Leslie Vázquez, de dos años.

Ella, reveló que cada semana acude a distintas iglesias, organizaciones sin fines de lucro y sitios donde regalen comida.

“No trabajo, por eso ando pidiendo comida”, dijo la señora Herrera, también madre de un niño de 10 años. “Lo que me dan, lo comparto con mis papás, y con eso también le ayudo a mi esposo, porque al menos ahorramos $100 dólares cada semana en los gastos de alimentos”.

Sin dinero ni para los chicles

Carlos Guamán, un experto en finanzas de la corporación “El Triunfo”, con sede en la ciudad de Santa Ana, analizó que la situación económica de millones de personas es crítica.

“Está bien difícil la situación y por eso que hay muchos bancos de comida, iglesias y organizaciones no lucrativas que están tratando de apoyar la gente porque la inflación es alta, la inseguridad financiera y la falta de capital ha llegado al extremo de que la gente no tenga ni para comer”, manifestó Guamán.

Según el último reporte de la Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos la inflación se encuentra en 2.5%, pero, de acuerdo con Guamán, “eso no quiere decir que la inflación va hacia abajo, sino que ha dejado de crecer”.

“Los precios de los alimentos no han bajado a su valor como estaban antes de la pandemia, y no van a bajar tampoco”, advirtió.

“El asunto es que la inflación ha dejado de crecer a la velocidad que estaba, pero el salario de las personas no creció a lo que se debería de hacer y por eso a nadie le alcanza el poco dinero que tiene para pagar la comida”.

Mencionó que los jefes de familia no se pueden apretar más el cinturón, “porque ni cinturón tienen ya”.

“La situación está muy difícil por lo que te están cobrando de renta, lo que se paga de luz, agua, gas y todos los servicios públicos… ya no te alcanza lo que guardas para la comida y con el pago de la gasolina te quedas sin cheque. El salario ya no te da ni para los chicles”.

Ante esa perspectiva, Guamán vaticinó que muchas personas abandonarán California, y quienes lleguen de otros estados y puedan pagar el estilo de vida del “Estado Dorado”, encarecerán más todo.

Este pronóstico sombrío no cae nada bien en el ánimo de Nazario Valentín.

“Ya no se puede vivir tranquilo”, dijo. “¡Todo está bien caro!”.

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