MIAMI– La pandemia de COVID-19 (SARS-COVID2) o “plan-demia china”, como la denominaron algunos analistas políticos, tuvo consecuencias nefastas sanitarias, económicas, sociales e incluso políticas también para Estados Unidos y buena parte del planeta.

En las últimas semanas, se han hecho más notables las noticias sobre un virus respiratorio que potencialmente podría convertirse en otra pandemia.

El 23 de noviembre, la Comisión de Salud de China celebró una videoconferencia con funcionarios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre los miles de casos respiratorios infecciosos, principalmente en niños y adolescentes entre los 5 y 15 años.

Restan importancia

Las autoridades chinas dijeron en ese momento que no había motivos para entrar en pánico, ya que expertos en salud no han detectado ningún patógeno inusual o nuevo, no incluido entre la enorme cantidad de adenovirus detectados por los científicos a lo largo de varias décadas.

Pero la desconfianza occidental hacia China es cada vez más creciente y se le exige más “transparencia” después del secretismo asiático, tras la aparición del COVID-19, que por datos oficiales dejó más de 6 millones de muertes en el mundo. Sin embargo, dentro de un régimen político comunista hermético no hay muchas esperanzas de conocer la verdad, y menos hablar de transparencia real.

Si no es una casualidad, el contexto en el que se expone la posibilidad de una nueva pandemia es demasiado similar al 2019. En ese entonces ocurrió o se dio a conocer entre octubre y noviembre, a las puertas de las elecciones presidenciales de 2020 en Estados Unidos. Ahora los anuncios sobre una potencial nueva pandemia se lanzan en igual período, a sólo meses de los comicios generales de 2024 en Norteamérica.

A pesar de la experiencia anterior, China tardó varias semanas en informar sobre la supuestamente extraña neumonía, cuyas causas por ahora atribuye a la circulación de patógenos conocidos como la influenza, el “Mycoplasma pneumoniae”, una infección bacteriana común que generalmente afecta a los niños más pequeños, el virus respiratorio sincitial (VSR) y el virus que causa el COVID-19.

Representantes de la Comisión de Sanidad de China (CSCH) señalaron algunos protocolos de diagnóstico y tratamiento de este nuevo virus, cuyos síntomas comunes son la tos, dolor de cabeza, fiebre alta, dolores en las articulaciones, dolor y secreción de oídos y tupición nasal. También genera inflamación pulmonar sin tos y nódulos pulmonares.

La revista Science publicó en 2018 estimaciones sobre la existencia de 1,7 millones de virus desconocidos en mamíferos y aves, de los cuales entre 540.000 y 850.000 son capaces de infectar a los humanos.

De nuevo a las mascarillas

En China ya se ha recomendado otra vez el uso de mascarillas faciales y la práctica del polémico “distanciamiento social”. La OMS, que dio escasas muestras de confianza durante la pandemia de SARS-COVID-2, afirma que las autoridades sanitarias chinas advirtieron que “las cifras actuales que observan no son mayores que el pico de la temporada de frío más reciente antes de la pandemia de COVID-19”.

El portavoz de la Comisión, Hu Qiangqiang, aseguró que -de acuerdo con los informes de los hospitales- los casos del nuevo virus «son provocados por patógenos conocidos», como el adenovirus, el RSV y la gripe estacional. Aún no se ha confirmado si está incluido el SARS-COV-2

Investigadores sanitarios señalaron que en el primer invierno, después de menguar la incidencia de COVID-19, EEUU y el Reino Unido experimentaron oleadas de infecciones virales respiratorias, porque las personas tenían niveles naturales de inmunidad más bajos a causa del escaso roce social y los encierros forzados.

La mayoría de los epidemiólogos coinciden en que casi tres años de restricciones en China y en otras partes del mundo pueden haber reducido los niveles normales de inmunidad de las personas a virus similares a la influenza. A este fenómeno se le llama “deuda de inmunidad”.

La ausencia de una exposición durante la etapa infantil a los diferentes patógenos puede ser contraproducente, recalcan expertos.

El confinamiento estricto establecido por el gobierno de China ocasionó una “reclusión social de los niños” a todo el conjunto de variables ambientales y patógenas que moldean de forma natural su sistema inmunológico.

Otros expertos consideran que el COVID-19 causó daños en el sistema inmunológico humano, por lo cual circulan con mayor virulencia tanto la gripe como el VRS.

Autoridades sanitarias en Francia y Suiza informaron en fechas recientes que las salas de emergencia se encuentran llenas de un gran número de casos de neumonía atípica entre menores de 15 años, con niveles no vistos en más de una década.

De todos los patógenos que circulan, merece especial atención la bacteria “Mycoplasma pneumoniae”. Antes del coronavirus SARS-COVID-2, era la principal causa de neumonía bacteriana en niños.

Marco Antonio Solis Aramayo, médico neumólogo, indica que “no se trata de un nuevo patógeno desconocido, sino de mutaciones de patógenos y el desconocimiento de éstos por parte del sistema inmunológico, lo que genera una ‘nueva’ enfermedad”.

«China vivió un confinamiento mucho más largo y más estricto que otros países, por lo cual (el aumento de enfermedades respiratorias) era esperable», afirma el profesor François Balloux, del University College of London.

Como afirman especialistas entrevistados en diferentes países, no se conocen muchos datos de lo que verdaderamente ocurre en China; algo típico en un sistema de gobierno fundamentado en el control político y ciudadano.

«Hay muy poca información como para realizar una evaluación definitiva. Por lo que sabemos no es una epidemia causada por un nuevo virus, sino habría muchas más infecciones en adultos», opina Paul Hunter, de la universidad británica de East Anglia.

Piden restringir viajes desde China

El senador de Florida Marco Rubio, junto a un grupo de legisladores, envió una carta al presidente Joe Biden en la que le instan a restringir los viajes procedentes de China, ante la aparición de la enfermedad respiratoria que mantiene llenos de niños gran parte de los hospitales de ese país asiático.

El objetivo de la misiva es proteger a los estadounidenses y evitar que llegue al país la enfermedad respiratoria, tal como ocurrió con la pandemia del COVID-19, que por cifras oficiales causó 1.2 millones de muertes en Estados Unidos.

«Una misteriosa enfermedad respiratoria se propaga una vez más en China. Para evitar que la historia reciente se repita, Washington debe hacer todo lo posible para disminuir las posibilidades de que la enfermedad llegue a nuestro país y se extienda», afirma la petición de los legisladores.

«Una prohibición de viajar ahora podría salvar a nuestro país de la muerte, los confinamientos, los mandatos y más brotes en el futuro”, concluyó el mensaje enviado a la Casa Blanca.

Y aunque es prematuro tomar decisiones drásticas como la restricción de viajes, también pudiera ser demasiado tarde si China no logra controlar la enfermedad. La pregunta es: ¿Por qué ahora no se pueden controlar los virus en China? ¿Acaso no había antes afecciones similares?

Lo lamentable y cuestionable es que Xi Jinping y su gobierno se lavaron las manos ante los casi 7 millones de muertes en el mundo por COVID-19. También evadieron toda responsabilidad por las dramáticas consecuencias económicas y sociales que provocaron cuando en medio del SARS-COVID-2 las autoridades permitieron la salida a Europa y a otras partes del planeta de más de cinco millones de personas de la ciudad Wuhan, donde se originó el virus que se convirtió en la peor pandemia de los últimos 100 años.

En esta misma ciudad se fundó en 1956 el Instituto de Virología de Wuhan y en el 2015 se abrieron las puertas al primer laboratorio de bioseguridad de nivel 4 en el país asiático.

Informes de Inteligencia de varios países, entre ellos EEUU, alegaron que el nuevo coronavirus salió de ese laboratorio. Por supuesto, el régimen comunista niega esa aseveración.

China no sólo despejó su responsabilidad, sino que dejó abiertas decenas de interrogantes que nunca quiso responder. Ahora las sospechas, con este virus respiratorio, son mayores aún, en un contexto socioeconómico y político en extremo semejante y con reales posibilidades de que el expresidente Donald Trump regrese a la Casa Blanca en 2025.

Trump: el gran muro

El Partido Comunista de China y Xi Jinping ven a Trump como el gran obstáculo para sus pretensiones hegemónicas y para el desarrollo de su economía por encima de EEUU.

Trump mantuvo durante casi dos años la presión sobre Pekín en busca de un acuerdo justo para EEUU sobre aranceles en el comercio bilateral. Finalmente, Jinping se vio obligado a ceder en un pacto que se firmó en enero de 2020; el más importante tratado económico y comercial con el gigante asiático en la historia de las relaciones entre ambos países.

El exmandatario estadounidense mostró su satisfacción por el éxito del convenio, pero recalcó que aún quedaban varios e importantes temas pendientes con China que había que solucionar.

A esta última declaración es a lo que el régimen asiático teme. Quedan asuntos en la agenda de Trump con los chinos que él está dispuesto a solucionar. Entonces, lo más lógico sería pensar que el Partido Comunista chino no tiene otra opción que tratar de impedir por cualquier vía que el presidente 45 de Estados Unidos no se convierta en el presidente 47.

En el terreno nacional, recordemos la enorme insistencia de los demócratas y de la extrema izquierda en que los estadounidenses emitieran su voto por correo y no de forma presencial. La pandemia (los contagios) fue el mejor pretexto para «vender el voto por correo» como la forma más segura de proteger la salud y ejercer ese derecho.

Decenas de videos sobre irregularidades e ilegalidades en centros de acopio de boletas por correo se vieron en internet en el 2020.

A partir de aquí comenzó un nuevo capítulo de graves sospechas sobre los resultados electorales de noviembre de 2020, que provocaron la gigantesca manifestación en Washington de cientos de miles de estadounidenses y luego la irrupción en el Capitolio.

La protesta ha sido la bandera de la izquierda para acusar a Trump de incentivar y crear el caos sobre el sistema electoral y democrático en EEUU. Es decir, todo pareció ser una lista de elementos bien concatenados, que comenzó con la supuestamente extraña pandemia china meses antes de las elecciones presidenciales en las que también Trump tenía grandes probabilidades de ganar su reelección.

Los planes de China por encabezar un Nuevo Orden Mundial con una llamada Agenda 2030, junto a organizaciones socialistas como el BRICS, el Foro de Sao Paulo, el Acuerdo de París y el Foro Económico Mundial, entre otros, no constituyen secreto alguno.

Las mayores dudas acerca de este nuevo virus respiratorio es que, a diferencia del COVID-19, ataca el punto más sensible de las familias y las sociedades: los niños.

Si la incidencia de muertes en adultos y personas de la tercera edad generó el pánico a nivel mundial, ahora el “escudo de los niños” incrementa la preocupación y alimenta la histeria; que al final se convierte en una carta de oro para las farmacéuticas mediante más vacunas, ventas de fármacos y tratamientos.

Acusan a Pfizer

El 30 de noviembre, el procurador general de Texas, Ken Paxton, tomó acción legal contra la farmacéutica estadounidense Pfizer, por “representar de forma ilegal la supuesta efectividad de la vacuna contra el COVID-19 y ejercer presión por censurar la discusión pública sobre su producto”.

La acusación formal emprendida por Paxton alega que “Pfizer incurrió en actos y prácticas falsas y engañosas al hacer afirmaciones infundadas respecto a la vacuna». «Pfizer violó la Ley de Prácticas Comerciales Engañosas de Texas”.

“La representación generalizada de la compañía farmacéutica de que su vacuna poseía una eficacia del 95% contra la infección fue muy engañosa”, relata la imputación de varias páginas.

La acción legal sigue a la investigación del Procurador General sobre Pfizer y otros fabricantes de vacunas.

El informe judicial -publicado en el sitio web oficial de la fiscalía estatal- indica: “Buscamos justicia para los ciudadanos de Texas, muchos de los cuales fueron coaccionados por mandatos tiránicos de vacunación para utilizar un producto defectuoso e ineficaz, vendido con mentiras”.

Y es que casi tres años después de la pandemia de SARS-COVID-2 algunas “falsedades” o “graves errores” han aflorado no sólo en EEUU, sino a nivel internacional. A medida que avancen las investigaciones y las acusaciones contra entidades e individuos, el público estadounidense podrá conocer, al menos, parte de la verdad.

Por el momento, habrá que esperar hacia dónde se dirigen las intenciones de China y sus aliados sobre este nuevo virus respiratorio que la “gran prensa” ya cita como una potencial pandemia en 2024.

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FUENTE: Con información de AP, AFP y otras fuentes.