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martes, abril 23, 2024

‘El Hacker de la Frontera: Una Historia de Traición, Contrabando y Dos Amigos a la Fuga’ (Parte I)

Esta es la primera parte de una reseña—o más bien de una serie de comentarios—que escribo sobre un libro interesante que leí recientemente, titulado “El Hacker de la Frontera: Una Historia de Traición, Contrabando y Dos Amigos a la Fuga” (Border Hacker: A Tale of Treachery, Trafficking, and Two Friends on the Run) publicado por Bold Type Books, Hachette en 2022. Los autores del libro son Levi Vonk, un antropólogo estadounidense, y Axel Kirschner, un (in)migrante de origen guatemalteco que vivió muchos años en Nueva York y posteriormente fue deportado.

Vonk escribe el texto incorporando los testimonios de Kirschner que recopila cuidadosamente y que son parte de múltiples conversaciones con su amigo. El libro parece una novela con interesantes pasajes y reflexiones de Vonk, quien escribe el texto, reproduce lo que le cuenta Kirschner y narra su propia experiencia juntos. Este último personaje es supuestamente un “hacker” experimentado, que conoce bien de informática y es capaz de entrar a las comunicaciones electrónicas de otros, por lo que es utilizado/explotado por toda una serie de “activistas” o “defensores de derechos humanos” para sus agendas personales.

Nunca queda claro cómo adquiere Kirschner sus supuestas capacidades extraordinarias para interceptar comunicaciones ajenas al adolecer de instrucción formal en este campo tan altamente especializado. Sin embargo, no tengo elementos para desconfiar de una historia que se cuenta para describir un complejo fenómeno social y una tragedia personal. Lo que sí es trágico es que los dones de nuestro protagonista no le permiten conseguir sus objetivos, y únicamente lo hacen presa o víctima de personajes depredadores, quienes nunca le ayudan realmente a alcanzar “de nuevo” su “sueño americano”.

En mi opinión, la principal contribución de este texto a la literatura sobre migración es su crítica a aquellos actores que se dicen defensores de derechos humanos, pero que al mismo tiempo lucran con la tragedia migrante de distintas maneras y se benefician de su papel de activistas.

Este libro es importante pues refleja, de una forma realista y después de amplio trabajo de campo, las dinámicas de los procesos migratorios durante el periodo de implementación (un poco antes y un poco después) del obscuro plan “Frontera Sur”. Dicho “Plan” se hace realidad después de la denominada crisis de los “menores migrantes sin acompañamiento” en 2014, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. El texto describe las dificultades y los muchos peligros que enfrentan los migrantes (en su mayoría centroamericanos) en su paso por México buscando llegar a los Estados Unidos. La narrativa se centra en una crítica hacia la política migratoria estadounidense de fuertes controles fronterizos/migratorios, como muchos otros textos que se han escrito en los últimos años y que se reproducen por el grueso de la prensa internacional.

La tragedia migrante en la era contemporánea, bajo esta perspectiva, se explica por el cierre de fronteras que obliga a las personas migrantes a buscar vías más agrestes, rutas más peligrosas, o a contratar los servicios de las redes de tráfico humano conformadas por los denominados “coyotes”—que operan frecuentemente de la mano de otros grupos de delincuencia organizada, entre ellos de los denominados carteles de la droga, grupos de secuestradores, pandillas, grupos dedicados a la trata de personas u otras organizaciones criminales.

El relato del hacker de la frontera es trágico, pero a la vez la narración en el libro es ágil y entretenida. Es un texto apasionante y las reflexiones de Vonk parecen honestas (no así tanto las de Kirschner por algunas inconsistencias que resalta su amigo) e interesadas en describir una realidad compleja. En mi opinión, la principal contribución de este texto a la literatura sobre migración es su crítica a aquellos actores que se dicen defensores de derechos humanos, pero que al mismo tiempo lucran con la tragedia migrante de distintas maneras y se benefician de su papel de activistas. Nunca es fácil hablar de este tema y, por lo tanto, el texto es muy valioso. Del mismo modo, Levi Vonk hace una crítica al trabajo de los activistas de escritorio en Washington DC y describe magistralmente la politización del fenómeno migratorio. También analiza el negocio de la defensoría de los derechos de los migrantes—tanto en México como en los Estados Unidos.

No obstante los muchos méritos del libro, sobre todo en su estilo, “Hacker de la Frontera” presenta limitaciones y problemas claves que vale la pena resaltar. Algunos aspectos contenidos en el texto resultan por demás problemáticos. Dado que realicé investigación de campo durante el mismo tiempo que el autor del libro, reconozco a la mayoría de los personajes ahí mencionados y puedo constatar algunos detalles incluidos en la narración. De igual forma, algunas descripciones (no todas, pero sí muchas) coinciden con mis observaciones sobre el fenómeno migratorio en esa época y hoy en día.

Sin embargo, el libro contiene varias aseveraciones que no se encuentran sustentadas. También identifiqué limitaciones conceptuales o fallas en la descripción del contexto, lo cual demerita en cierta forma la calidad del escrito. Pienso, por ejemplo, en la confusión que muestra el autor con relación a la distinción entre trata y tráfico de personas. En la página 290, se dice que Irineo Mújica fue arrestado en el año de 2019 por el gobierno mexicano por el delito de “trata de personas” (human trafficking). Tengo entendido que Irineo sí fue detenido en ese momento, pero fue por el tema de “tráfico de personas” (human smuggling). Es común este error y, en el libro al que hago referencia, parece no existir por parte del autor una comprensión completa de estos dos fenómenos distintos. Sorprende un poco esto, porque Levi Vonk es un experto en el tema migratorio.

El libro y el encuentro de los dos autores se da en el contexto del denominado “viacrucis migrante”, que fue el antecedente de lo que hoy conocemos como “caravanas migrantes”. Cabe destacar que el fenómeno que describe Vonk, dista fundamentalmente de aquel que se magnifica, se politiza y se populariza a finales del año 2018 – principios de 2019, ya en la era de Donald Trump—y que, por cierto, continúa hasta la fecha y se hace visible en momentos políticos o político-electorales clave (sobre todo en Estados Unidos).

El fenómeno de las caravanas migrantes es extremadamente complejo y su organización va mucho más allá de los actores y factores que se analizan en este libro. Llama la atención que en “Hacker de la Frontera” el enfoque se centra en los pecados de actores fundamentalmente mexicanos y se ignora del todo la participación, en procesos posteriores, de grupos bien financiados de “activistas extranjeros”, ONGs y medios de comunicación consolidados o vinculados a grupos de poder político en la Unión Americana.

Llama la atención que en el libro de Vonk pareciera ser que el fenómeno de las caravanas migrantes y su organización están relacionados con actores y dinámicas exclusivamente “hechos en México”, lo cual no es así de ninguna manera. Recordemos que la organización Pueblo sin Fronteras—facilitadora clave de caravanas y actor principal en 2018 y 2019, así como otros grupos que apoyaron estos procesos, incluyendo a medios de comunicación y periodistas freelance, recibieron apoyo moral o financiamiento de importantes organizaciones que tienen sus centros de operación en los Estados Unidos. Sobre esto he escrito distintos artículos en revistas académicas especializadas; además, sigo trabajando en el análisis y realizando investigación de campo.

Se entiende que el centro de la narrativa en “Hacker de la Frontera” no hayan sido las caravanas de 2018, pero hubiera ayudado hacer la distinción y un análisis más nítido del fenómeno durante la era de Trump, cuando las caravanas se utilizaron como instrumento político por parte de liberales y conservadores en los Estados Unidos. Se utilizó la estructura de apoyo creada en México en años anteriores, pero dicha estructura se empezó a manejar de otra forma y se extendió a través de redes de apoyo estadounidenses en su mayoría en la era de Trump. Me sorprende que el autor del libro se haya enfocado únicamente en algunos de los personajes que dieron vida a las caravanas bajo otro contexto y que no haya especificado la transformación que sufrieron en los últimos años.

Es verdad que defensores de derechos humanos en tiempos del Plan Frontera Sur adquirieron gran visibilidad y algunos se beneficiaron o más bien lucraron con la tragedia migrante. Eso lo constaté yo también. La “industria de la migración irregular o indocumentada” representa ganancias significativas para las redes de tráfico humano, tratantes de personas, otros grupos de delincuencia organizada, así como para algunos actores que se dicen activistas y utilizan las buenas causas para su beneficio personal. En ese sentido, y considerando la dificultad de posicionarse en este delicado tema, valoro enormemente el trabajo de Levi Vonk y Axel Kirschner. El hacer estas denuncias no deslegitima el trabajo social ni la defensa a los migrantes, pero sí exhibe a quienes han lucrado con este trabajo—esto último es de celebrarse.

No obstante los aspectos destacables del libro “Hacker de la Frontera” hay algunas cuestiones en su contenido que me intrigan o, mejor dicho, me preocupan. Los autores señalan directamente a algunos personajes a quienes vale la pena analizar por separado. Pienso fundamentalmente en cuatro activistas claves aquí mencionados. En esta ocasión hablaré de dos y en la segunda parte de la reseña hablaré de los otros dos. El primer personaje es alguien a quien se refieren como “la abogada”, quien supuestamente se aprovecha de Axel a lo largo de toda la historia. El personaje parece ser bastante obscuro o más bien oportunista, pero nunca sabemos de quién se trata, ni por qué su nombre no se incluye en el texto como el de los demás activistas.

Las actitudes de “la abogada” son inaceptables y pienso que debieran denunciarse en caso de que se contara con la evidencia de lo que en el libro se plantea. Asimismo, un protagonista sin nombre ni apellido parece más bien ser un personaje de novela de ficción, cuyas acciones no pueden juzgarse ni creerse al pie de la letra, lo cual genera desconfianza. Y este mismo sentimiento me genera la historia que se cuenta en el libro sobre Armando Vilchis Vargas. Conocí a Armando—así como a casi todos los otros activistas que se mencionan en el libro—en mi propio camino y trabajo de campo para entender los peligros a los que se enfrentan las personas migrantes en su paso por México. Armando nunca me resultó especialmente interesante y tampoco me generó confianza, especialmente la última vez que lo vi cuando parecía estar distanciado de quien fuera por varios años su amigo y su aliado, el Padre Alejandro Solalinde. La historia que Armando y Solalinde me contaron sobre cómo se conocieron fue distinta a la que aquí cuenta Levi, pero eso es lo de menos.

Es frecuente que se escuchen rumores negativos con respecto a personas conocidas en el mundo de la defensa de los derechos humanos. Me imagino que dichos rumores algunas veces son ciertos y otras son falsos. Es difícil hacer un juicio sobre un activista atendiendo a rumores y sin contar con las evidencias necesarias que constaten los alegatos de faltas de ética o la inmoralidad de quienes dicen defender a otros seres humanos. No obstante los muchos rumores que escuché de muchos activistas que en ese momento eran los grandes protagonistas de la defensoría a migrantes, la historia de Vilchis en “Border Hacker” me preocupa de sobremanera.

De acuerdo al testimonio de Axel, el Sr. Armando lo mantuvo trabajando de “hacker” para espiar a otros, incluyendo al Padre Solalinde, de manera forzada. Según esta historia, Axel no tenía la libertad de dejar el taller mecánico que funcionaba/funciona como albergue (el cual, como investigadora del tema migratorio, tuve la oportunidad de visitar un par de veces), porque no se lo permitía el Sr. Vilchis. Levi tuvo incluso que ayudarle a escapar a su amigo engañando a su captor. Esta historia, de resultar cierta, me parece escalofriante. Según el testimonio de Axel, Armando lo mantenía en el albergue/taller haciendo trabajos forzados de hackeo para él. Eso es trata de personas (ojalá lo entiendan los autores) y es un delito mayor. Si Axel tuviera las pruebas de lo que dice le sucedió, entiendo que Armando quizás debería estar en prisión.

Desafortunadamente, según la historia, Axel envió todas las pruebas que fue recopilando cuidadosamente a “la abogada” quien las perdió y él (quien era un hacker experimentado) ¡no guardó copia electrónica de ninguna de las mismas! Es decir, no hay prueba alguna de lo que dice Axel le sucedió. La acusación hacia Armando es demasiado delicada; más delicada que cualquier otra acusación en contra de otro personaje en el libro. Esta historia me deja un amargo sabor de boca. Si Axel fue víctima de trata de personas, él pudo haber aplicado para una visa humanitaria especial, pero desafortunadamente las pruebas desaparecieron y curiosamente las perdió el personaje anónimo, es decir “la abogada” sin nombre y sin apellido.

Levi parece culpar a Solalinde por no confiar en el testimonio de Axel, pero curiosamente, el mismo Levi, desconfió de su amigo en varias ocasiones. Cabe destacar que a lo largo de la historia, más de una vez, Axel dice y se desdice, lo cual alimenta en diversos momentos la desconfianza de su amigo—y quizás de algunos lectores también. No obstante lo anterior, y sin afán de criminalizar a nadie, ni a Axel ni al Sr. Vilchis Vargas—pues no tengo evidencia alguna de nada—sólo quiero decir que las dos historias que acabo de mencionar atizaron una especie de incredulidad en mí, o quizás de desconfianza.

Entiendo que en situaciones tan complejas y cuando hablamos de personas vulnerables no podemos adelantar juicios sin evidencias. Así debió haber sido por parte de Levi en el caso de la actitud de Solalinde. Si el Padre decidió no actuar contra Vilchis, fue quizás porque nadie le brindó las pruebas (eso me imagino). Sin embargo, tengo que confesar que no es la primera vez que escucho rumores de Vilchis, como no es la primera vez que escucho rumores negativos (y quizás justificados o no) de otros defensores. Me refiero, por ejemplo a personas como Irineo Mújica, cuyo caso es demasiado interesante y sobre quien parecen existir muchos más testimonios o indicios sobre posibles delitos—incluso en un caso judicial en Estados Unidos: el caso de Scott Warren.

Yo pienso que debido a que se publicó este libro es preciso profundizar sobre estos temas tan escandalosos y tan relevantes. Si Axel fue víctima de trata de personas, es posible que existan otras víctimas de Armando. ¿Pero si Armando es inocente? ¿De qué estaríamos hablando? Hasta ahora Vilchis es “presunto culpable” de un crimen atroz, que de comprobarse, debería juzgarse. Hablamos de personas que tienen en sus manos el futuro de otros seres humanos. Pero de nuevo, hasta ahora Armando no es culpable; es, según el libro que analizo, “presunto culpable”.

Irineo Mújica, de acuerdo a este libro, a testimonios que otros y yo misma hemos recopilado, e inclusive a información de él en el caso de Scott Warren, es otro “presunto culpable”. Pero es mayormente acusado de tráfico de personas, no de trata de migrantes. Es importante por ello hacer precisiones conceptuales. El caso de Irineo es material para un segundo relato. En dos semanas escribiré entonces sobre dos historias que al principio se entrelazan: la de Irineo y Alejandro (el Padre Solalinde). La segunda parte de esta reseña se titula como sus protagonistas y es también sobre “presuntos culpables”. El interesante libro de Vonk y Krischner es gran material para continuar nuestra conversación sobre las caravanas migrantes.

(*) Guadalupe Correa-Cabrera es profesora-investigadora de Política y Gobierno, especialista en temas de seguridad, estudios fronterizos y relaciones México-Estados Unidos. También es autora del libro: Los Zetas Inc.

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