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sábado, abril 20, 2024

Gustavo Petro confirma la muerte de 21 mineros tras las explosiones en las minas de carbón de Sutatausa

CAMILA OSORIO elpais.com

Marco Rincón escuchó la tragedia en forma de tres explosiones: “Se oyó como si fueran tres detonaciones de dinamita, pero luego supe que era algo mucho peor”. Lo que escuchó en la noche oscura del martes, poco después de las ocho de la noche, ocurrió dentro de las montañas andinas del municipio minero de Sutatausa, a solo dos horas de Bogotá. Rincón, un hombre de 62 años, vive en una pequeña casa blanca ubicada cerca a varias minas de carbón, en la vereda Peñas de Cajón, y lo que oyó venía de debajo de la tierra. “Esas minas bajan un poco más de un kilómetro de profundidad y decían que ahí la combinación del metano con polvillo de carbón podía explotar en cualquier segundo”, dice Rincón, quien fue minero por más de 40 años. La combinación química nunca explotó cuando él estaba bajo tierra. Sí le ocurrió a más de 30 mineros en la noche del martes. “Nunca vi algo así, se lo juro”, dice.

La explosión ocurrió en unas minas interconectadas cuando los 30 trabajadores apenas empezaban su turno nocturno, que va de las las seis o siete de la noche a las dos o tres de la mañana. Algunos de ellos llevaban solo un año trabajando allí, otros más de 10, la mayoría había visto a sus padres y hermanos dedicarle su vida a la extracción del carbón. En la madrugada del miércoles las autoridades informaron que nueve de ellos habían logrado salir de las minas con vida. Pero en la madrugada del jueves, dos días después de la explosión, el presidente Gustavo Petro confirmó que 21 de los 30 mineros perdieron la vida.

Un hombre que se encontraba cerca de la mina Los Chocos es llevado a una ambulancia para recibir primeros auxilios.
Un hombre que se encontraba cerca de la mina Los Chocos es llevado a una ambulancia para recibir primeros auxilios.VANNESSA JIMÉNEZ

¿Qué ocurrió en Sutatausa? “Según las hipótesis iniciales, lo que ocurrió fue una aglomeración de gases: gas metano, monóxido de carbono, y polvillo de carbón. Juntos son altamente explosivos”, dice el capitán Álvaro Farfán, delegado departamental de bomberos. Desde la noche del martes un enorme grupo de rescatistas llegó a la zona, pero varias características han hecho muy difícil entrar en grupos grandes para buscar a los cuerpos bajo tierra: el largo kilómetro de profundidad por bajar, las más de 500 hectáreas subterráneas por revisar y el aire tóxico que se mantiene en las minas.

En la tarde del miércoles los rescatistas aún esperaba que ocurriera un milagro y aparecieran con vida 10 de los mineros (los autoridades habían confirmado la muerte de 11 de ellos, y el rescate de 9). Farfán, que intenta ocultar las ojeras que le han dejado más de 20 horas de vigilia, no se adelanta al futuro. Pero su tono no suena optimista. Un colega suyo, unos metros más adelante, lo dice explícitamente: “Si están vivos, sería un milagro”.

Desde que salió el sol en la mañana del miércoles decenas de mineros, hombres y mujeres, vestidos con botas pantaneras y ruanas para defenderse del frío andino, observaban desde lejos las operaciones de rescate. En Sutatausa hay minería informal y formal de carbón, pero las minas donde ocurrió la explosión son formales y en principio cumplen con la regulación de prevención contra accidentes. “Somos más de 100 personas los que trabajamos acá y, no me gusta decir esto, pero menos mal el accidente fue de noche y no de día, porque hubiéramos podido morir muchos más”, dice un minero que prefiere no dar su nombre.

Jhon Chiquizá, uno de los mineros que trabaja en las labores de rescate.
Jhon Chiquizá, uno de los mineros que trabaja en las labores de rescate.VANNESSA JIMÉNEZ

Él explica que las minas deberían tener muy buenos ventiladores, para que circule el aire bajo tierra. “Eso no siempre pasa, uno lo siente cuando falta el oxígeno, por el calor, y lo mejor que uno puede hacer en ese momento es salirse”, añade.

Las autoridades no han dicho si las minas fallaron en cumplir con los protocolos, pero varios familiares de los fallecidos y desaparecidos están molestos porque no fueron las empresas quienes los llamaron a contarles del accidente. Se enteraron por redes sociales. “Ustedes lo que quieren es que nuestras familias se mueran bajo tierra para no pagarles la salud”, le grita un hombre mayor a un militar, antes de que su familia lo abrace y lo aleje de la confrontación.

La Cruz Roja también está presente en Peñas de Cajón, dando apoyo psicosocial a los familiares de los desaparecidos o fallecidos, y protegiéndolos de la jauría de periodistas internacionales y nacionales que han llegado. Varios de los cadáveres siguen bajo tierra y sus familiares miran desde lejos los hoyos por los que bajaban sus hermanos o hijos a trabajar. Miran con la triste esperanza de reconocer un cuerpo, pero verlo sin vida. Cerca a ellos hay un mural con el dibujo de un minero y un niño. En él, el padre le dice a su hijo que en manos de Dios está la posibilidad de que “nosotros, los mineros de corazón, salgamos desde las entrañas de la tierra a ver a nuestros seres amados”.

Familiares de los mineros atrapados esperan información alrededor de una carpa de la Cruz Roja.
Familiares de los mineros atrapados esperan información alrededor de una carpa de la Cruz Roja.VANNESSA JIMÉNEZ

Algunos familiares quieren acercarse a la prensa. Nidia Sofía Monroy, por ejemplo, es una mujer de 20 años que carga en sus brazos a un bebé de un año y cuenta que su hermano es uno de los desaparecidos. “No he podido decirle a mi mamá lo que pasó. Ya perdimos a otro hermano hace unos meses en un accidente de tránsito, y a ella se le paraliza un lado del cuerpo por el estrés”, dice después de una noche sin dormir.

Otra es Angela Cristina Pineda cuyo hijo, Cristian Eduardo, de 31 años, también quedó atrapado en la mina esa noche. “Él me contó hace un mes que supo de un escape de gases en la mina, pero la verdad pensaba que eso ya se había controlado”, cuenta. Mientras habla, otra mujer mayor se lanza a llorar en los brazos de funcionarios de la Cruz Roja. Un hombre, familiar lejano, explica que acaba de saber que uno de sus hijos falleció en la mina; su otro hijo estaba también en el turno nocturno, y era en ese momento uno de los desaparecidos.

Son las cinco de la tarde del miércoles, cae una lluvia intensa sobre Peñas de Cajón. Han pasado casi 21 horas desde la explosión. Una funcionaria de la Unidad de Protección, Angélica Herrera, sale ante los medios para dar una actualización sobre el trabajo de rescate. Después de las dos de la tarde consiguieron recuperar los cadáveres de cuatro de los 11 fallecidos, explica, y los grupos de rescatistas bajan a las minas en turnos, cada dos horas, para encontrar a los demás. Pero no han confirmado aún si los 10 desaparecidos están vivos o muertos, y a los rescatistas les preocupan nuevas explosiones subterráneas y derrumbes que se han presentado.

“¿Pueden aparecer esos 10 mineros con vida?”, pregunta a Herrera un reportero. “Tenemos la fe puesta en Dios”, responde.

Un hombre lleva dos camillas vacías mientras los mineros continúan atrapados bajo tierra.
Un hombre lleva dos camillas vacías mientras los mineros continúan atrapados bajo tierra.VANNESSA JIMÉNEZ

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