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jueves, marzo 28, 2024

HORIZONTES:“Las élites políticas: cementerio de la historia”

Los poderes de los hombres corrientes están circunscritos por los mundos cotidianos en que viven, pero aún en esos círculos del trabajo, de la familia y de la vecindad muchas veces parecen arrastrados por fuerzas que no pueden ni comprender. En cada sociedad, decía Hans Hoppe[1] que “en cada sociedad, unos pocos individuos adquieren el status de una elite a través del talento. Debido a la riqueza, sabiduría y bravura, ellos poseen autoridad natural y sus opiniones y juicios disfrutan de amplio respeto”.

En los albores del siglo XXI la prensa guatemalteca y la academia se han referido con insistencia al tema de las elites y su rol en el éxito o fracaso de la ya no tan nueva nación y la forma en que se enfrentará hacia el futuro. El marco teórico del estudio de las elites, originalmente se desarrolló más allá de sus recursos en la literatura clásica griega en el trabajo de Gaetano Mosca, Vilfredo Pareto, H.D. Laswell, C. Wright Mills y Robert Michaels.

Vilfredo Pareto (1848-1923) se refirió al tema de las élites en el contexto sociológico que le fue original. Un economista clásico, de extremado rigor lógico durante la mayor parte de su vida adulta, Pareto, se volcó en su momento y en lo que muchos definen como respuesta a Karl Marx, ha la incipiente ciencia de la sociología para entender, según lo pretendía, las conductas colectivas irracionales, tan cuestionables y recurrentes en la vida pública de cualquier pueblo, próspero o atrasado, culto o ignorante.

Siendo contemporáneo de Nietzche, Dostoievski y Freud, se interesó sobremanera en los resortes emocionales, íntimos y sumergidos—que el llama “residuos”—de la vida subconsciente, impenetrables a la luz del análisis lógico. Son estos “residuos” los que separan, en su opinión, a los elegidos para sobresalir en cualquier campo—elites—de las masas de sus seguidores. Como heredero de la cultura italiana, se movía fácilmente dentro del vocabulario maquiavélico (Niccolò di Bernardo dei Machiavelli). De él tomo dos figuras metafóricas: zorros y leones.

Los zorros que identificó, respectivamente, como la de aquellos propensos a hacer instintivamente combinaciones especulativas de todo tipo—financieras, políticas, o de sistemas sociales, religiosos, en general estratégicamente disfrazadas de filantropía—y la de los conservadores (a los que denomina leones), más inclinados a persistir solidariamente en el status quo por el que están dispuestos, incluso a dar la vida.

Los hombres zorros son los eternos negociadores, los intelectuales sofisticados, los manipuladores inteligentes de la opinión. Si se les dejara mano libre, el orden social podría desmoronarse por el exceso de su crítica. Los hombres leones, en cambio, son los fieles a la tribu, a la nación, al Estado, al Partido, a la Iglesia, siempre dispuestos a recurrir al uso de la fuerza para defender lo establecido.

Según Pareto, el equilibrio social necesita de ambos. Cuando la relativa posición dominante de los unos o de los decae, la comunidad zozobra, y el lugar de los decadentes es tomado por asalto por otra elite de signo contrario: a los leones suceden los zorros y a las zorros los leones. “El cementerio de la historia”—concluye Pareto, “esta repleto de aristocracias”. De ahí surge su contribución más importante: la Teoría de Circulación de la Elites.

¿Y Guatemala? Sus elites empresariales, académicas, militares, políticas, religiosas, han girado, al parecer por demasiado tiempo, alrededor de los leones—y de los mitos e intereses creados—de la revolución de Octubre de 1944, y a todo lo largo de la historia Patria. Un fermento de zorros con nuevas ideas, con nuevas iniciativas, en un mundo desigual que se globalizó a pasos agigantados, aún no ha trascendido a la cima. De ahí la pobreza conceptual de nuestro debate ideológico, siempre aferrados al retrovisor de un pasado inerte, mientras los demás pueblos e individuos nos sobrepasan, raudos, por la novísima supercarretera de la información.

La pobreza conceptual de nuestro debate ideológico guarda muchísimas razones las que van desde la ausencia de conocimiento hasta la “hamaca intelectual” de los guatemaltecos donde a su vaivén: nada ha pasado, nada pasa y nada pasará.

Escribir conceptualmente en una revista como Diestra pretende precisamente que las élites guatemaltecas (definición de Pareto) puedan consolidar desde sus posiciones “zorros y leones” el entendimiento de lo que les hace comunes y la dirección en la que deben llevar adelante sus propias acciones en el campo de la política.

Decía yo en varios cursos universitarios de Ciencia Política que comparando con la botánica hay dos grandes árboles ubicados uno al lado del otro. El de la derecha es diferente al de la izquierda. El de la derecha en su tronco lleva como valor principal al ser humano como individuo el que corre por su tronco hasta la formación de ramas que algunas van a la izquierda del tronco y otras a la derecha, pero todas nutridas por la savia que cruza por el tronco, el liberalismo.

A la izquierda hay otro árbol el cuál en su tronco lleva como valor principal a la “sociedad como un todo” el que corre por su tronco hasta la formación de ramas que algunas van a la izquierda del tronco y otras a la derecha, pero todas nutridas por la savia que cruza por el tronco del socialismo.

Socialismo y Liberalismo son las dos grandes corrientes que engloban una inmensa manifestación de corrientes pero en su esencia se diferencian en que para el Liberalismo la sumatoria de individuos forma una sociedad; para el Socialismo, la sociedad es un todo.

La honestidad académica me obliga a denunciarme como un Liberal, una persona que cree en la persona como única e irrepetible originada su existencia desde la concepción por un hombre y una mujer. Creo en la familia como núcleo donde se desarrolla en el individuo los valores de libertad enmarcada en la responsabilidad y donde el respeto mutuo hace de las relaciones con otros una armónica construcción donde podemos vivir mejor todos y cada uno de nosotros.

No creo en la “sociedad como un todo”. De hecho, puedo palpar individuos pero no puedo palpar algo inexistente: ese sujeto llamado sociedad. Puedo ver a muchos individuos actuando libre y responsablemente que en su conjunto podemos llamar sociedad. Así mismo, veo individuos actuando irresponsablemente cooptando la libertad de otros siendo estos seres anti sociales.

Creo firmemente en la división del trabajo, una donde los individuos son capaces de mostrar sus mejores habilidades para mejorar ellos y sus familias y con ello contribuir ha hacer la vida de otros mejor. Una sociedad que por diseño quiere que las cosas mejoren no encuentra avances. Una sociedad libre donde los seres humanos en ejercicio de su libertad emprenden acciones, negocios, inventos y emprendimientos cuyo resultado será mejorar la vida de otros que voluntaria y libremente decidirán por cuál es el mejor y el precio por el que pagarán tenerlo.

De esa cuenta, creo (al menos hasta hoy) de la necesidad de una ficción jurídica llamada estado con el fin de regular la limitación a la libertad y la seguridad de las personas individuales con un marco de normas que garanticen la vida y la propiedad individual o colectiva voluntariamente manifestada en ejercicio de la libertad de elección (sociedades, coopertativas, etc.).

Desafortunadamente, pueblo chico infierno chico; pueblo grande, infierno grande. De esa cuenta se hace necesario un keynete (gobernador de nave en griego). Si el keynete es bueno las personas pueden pasar las tempestades; si el keynete es malo, la nave zozobra e incluso se hundirá. De esa cuenta es necesario un gobierno que sirva de keynete. Lastimosamente, hoy la historia habla más de los malos que de los buenos porque los mejores keynetes no han tomado el timón que permita las condiciones para la prosperidad de todos y cada uno de los individuos, los que sin interferencias pero con las garantías del ejercicio de su libertad y creatividad puedan hacer de su vida y de la otros ese algo mejor que todos deseamos: el bien común, que no es otra cosa que la sumatoria bienes individuales.

Está claro que en términos de ideología política hay diversidad de posiciones pero a lo largo de los años y la pretendida solución socialista en su forma del New Deal en los Estados Unidos de América el pueblo norteamericano eligió a Ronald Reagan como presidente de la Federación. Apenas 10 minutos después de su juramentación en su discurso inaugural pronunció esta frase lapidaria como resultado de los malos keynetes que habían tenido:

“El Gobierno no es la solución a nuestro problema. El Gobierno es el problema”,

Por supuesto que es así. Cuando un gobierno es ineficiente, genera incertidumbre política, no contribuye a la certeza jurídica, no es transparente y peor aun cuando es corrupto, es una afirmación absoluta.

Sin embargo, es importante considerar que con contadas excepciones a nivel mundial, los gobiernos son producto de procesos democráticos (más o menos libres) donde los ciudadanos eligen a sus gobernantes y sus representantes en las asambleas legislativas. Este proceso democrático requiere de la ciudadanía identificar como electores a sus elegidos. Si sus elegidos han sido malos y se repite cada vez que hay proceso electoral, el problema se profundiza ya que el sistema de partidos políticos es el que está mal.

Cuando había entregado la presidencia causó revuelo una entrevista que se le hizo a Alfonso Portillo (expresidente de Guatemala) quien admitió sin tapujos que para llegar al poder había que mentir. Norberto Bobbio en 2004 en un ensayo publicado por la Revista Clarín se preguntaba: ¿Tiene futuro la democracia? “Yo respondo: depende de nuestro cerebro. Como escribió Charles Lindblom, «La condición humana es cerebro pequeño, problemas grandes». Y es evidente, me parece, que nuestro cerebro es cada vez más pequeño, cada vez más limitado, mientras que los problemas se han vuelto cada vez más gigantescos.” Y guarda razón: hoy día la política se escribe en Twitter a base de tuits que no pueden tener más de 280 caracteres (incluídos los espacios) se necesita ¨cerebro pequeño para problemas grandes”.

De esa cuenta, un politólogo como yo escribiendo estas ideas debo ser una especie de pieza de museo. Y lo que lo hace más frustrante es que quedamos pocos, ya que desde hace ya algún tiempo las ideas se han convertido en motivo de sospecha y de hecho fueron estas convertidas en ideologías (ideas fosilizadas, repetidas mecánicamente sin ser pensadas por nadie) “y en última instancia porque fueron debilitadas y devastadas por un crescendo ensordecedor de inculturas. Quiero precisar que por ideas no debemos entender cualquier cosa que nos pasa por la mente. Las ideuchas nunca escasean. Al contrario, todos ideuchamos cada vez más. Pero siguen faltando las ideas que son un producto terminado de la razón, el fruto del pensar razonando. En suma, faltan siempre las ideas auténticas, serias; ideas que enriquecen el saber.” (Sartori)

La democracia (como dije antes)  se ejerce votando y termina en un  «gobierno de opinión» (es la famosa definición de Albert Dicey).Y ciertamente es correcto  decir opinión. Opinión es doxa, no es episteme, no es saber. Las opiniones son, por así decirlo, «ideas ligeras» que no deben ser probadas: las tomamos por buenas por como son.

Cuenta Sartoti que un juez durante la Revolución Francesa, al negarle a Antoine Lavoisier (el fundador de la química moderna) un pedido para prorrogar su ejecución, le respondió: La république n’a pas besoin de savants (la república no precisa sabios). Ese juez se equivocaba. La república necesita sabios; pero la democracia electoral, el demos (en griego, pueblo) votante, no. Y por lo tanto el gobierno de opinión requiere solamente —como su fundamento— la existencia de una opinión pública, de un público que tenga opiniones. Y de ahí la grotesca afirmación de Portillo de que para ganar hay que mentir.

Cuando hablamos de opinión pública sobre futbol, poco importa si se es rojo o crema, Barca o Madrid. Pero cuando hablamos de cosas que nos afectan a todos por las decisiones de los keynetes que elijamos, la cosa es diferente y no cabe ¨las ideuchas.

Un extraordinario politólogo Marcos Polesel ha publicado un diagrama que comparto con ustedes de manera que podamos ir entendiendo el porqué es importante educarnos o al menos tomar en consideración donde se ubican los políticos, aquellos a los que tendremos que elegir, recordando que keynetes deberían ser “los mejores” (la élite política) para que no se cumpla la lapidaria frase de Ronald Reagan.

  ¡Hasta la próxima!


1 Hoppe, H, Natural Elites, Intelectuals and State, Discurso pronunciado en el Instituto Ludwig von Mises en la ciudad de San Francisco primavera de 1995.

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