22.9 C
New York
lunes, septiembre 16, 2024

Inmigrante latina (guatemalteca) define como “cementerio” prisión migratoria; ahora es traductora en tribunales

Ana salió de Totonicapán, Guatemala, en busca del sueño americano cuando tenía 19 años, cruzar no fue un infierno, el verdadero infierno lo vivió cuando la atrapó “la migra”, desde entonces su vida no volvió a ser igual.

Hoy con 28 años, la guatemalteca recuerda con voz entre quebrada el duro momento que vivió cuando fue llevada, junto a otras inmigrantes salvadoreñas al centro de detención de ICE, donde dormían una pegada a la otra para darse calor y no morir congeladas.

“(Yo) y otras compañeras salvadoreñas dormíamos juntas, con la cobija en el piso, porque no soportábamos el frío”, contó.

La inmigrante también recordó que les ofrecían alimentos congelados, mientras los oficiales se paseaban frente a ellas con sus vasos con café caliente, mientras ellas morían de frío.

Después de pasar unos días en el centro de detención de ICE, Ana fue interrogada y colocada en un centro de detención de Houston donde empezó a sufrir problemas de ansiedad que hoy en día le siguen pasando factura.

“Era un cuarto de 40 camas de dos pisos. Me tocó en la cama de arriba y creo que lo más feo que me pasó es que desperté y me pregunté ‘¿Dónde estoy?’ fue como si estuviera en un cementerio, enterrando a alguien. No paraba de llorar. No podía ni hablar”, narró Anna.

Anna contó que en el centro de detención no hay privacidad, incluso, tenía que bañarse al lado de otras dos mujeres, lo que la marcó aún más.

Anna busca garantizar la justicia lingüística

A nueve años de aquella amarga experiencia, Ana no puede quedarse en casa un día completo porque siente que se ahoga, incluso, ha tomado terapia para superarlo, pero le es imposible olvidar aquel encierro que la marcó de por vida.

El trauma de su viaje migratorio ha llevado a la guatemalteca a luchar para que ningún ser humano sea privado de su libertad simplemente porque emigró.

“He trabajado como intérprete judicial para personas que hablan mi primer idioma, Maya K’iche. He visto de primera mano cómo los que hablan idiomas indígenas a menudo son marginados por el sistema judicial de inmigración de los Estados Unidos”, acotó Anna.

Y contó que es esa justa a razón que la hace luchar por otros inmigrantes que como ella no tuvieron opciones para declarar frente a un juez sin tener miedo: “Esa es una de las razones por las que me apasiona tanto garantizar que todas las personas en los procedimientos judiciales de inmigración tengan garantizada la justicia lingüística y la representación legal.

Todas las personas merecen una oportunidad justa en la corte: nadie debería tener que presentarse ante un juez, asustado y confundido, y sin poder entender de qué está hablando el juez”.

Artículos Relacionados

Síguenos

203SeguidoresSeguir
32SuscriptoresSuscribirte

Últimos Artículos