7.3 C
New York
viernes, abril 26, 2024

Sin Tiempo Para Detener el Tiempo, 330 días Después

La mañana que Tayo* partió me quedé confuso y con un nudo en la garganta, con el
tiempo entendería que aquel nudo estaba hecho de palabras no dichas y que tarde o
temprano, si no encontraba la forma de expulsarlas, estallarían dentro de mí. Hablar,
aunque ayuda, no siempre es una catarsis efectiva, porque no nos permite la articulaciónde un concepto definitivo. Escribir, en cambio, es armar mediante el uso de la palabra un microcosmos en el que se conectan todos los conceptos que cimientan y explican la verdad de lo sucedido.


Y entonces, mientras aquel periodo de duelo aún me aturdía, en mi memoria fue
renaciendo la idea de escribir un libro que, años atrás estando detenidos, habíamos
dejado a la deriva con mi hermano Tayo, fue así como empezaron a germinar los primeros conceptos que darían forma, contexto y contenido a Sin Tiempo Para Detener el Tiempo. Pero escribir, y esa es la parte más difícil, es antes que nada poner frente a nuestros ojos a ese yo interno que la mayoría de las veces incluso desconocemos. Pero, más que eso, pararme frente a frente delante de Tayo y decirle: en mis manos está a salvo tu legado como hombre, como padre, como hermano, como empresario, pero por sobre todas las cosas como alguien que pagó con su vida una pena que no le correspondía.


Tomé por tarea reconstruir palmo a palmo la historia que una década atrás atravesó
nuestras vidas, esta comenzó cuando Rodrigo Rosenberg, un amigo muy cercano, nos
indicó que era amenazado y necesitaba un guardaespaldas, preocupados le
recomendamos uno, posteriormente, en uno de los hechos más confusos, este ordenaría su muerte, lo cual desencadenó un ciclón social, que terminaría con nosotros, por decisión de la CICIG y la FECI, como responsables de su muerte. Esto nos implicó nueve meses huyendo en la montaña, tres años en la cárcel y, aun cuando el mismo sicario que nos acusó, estando al borde de la muerte, denunciara que había sido coaccionado para hacerlo, Francisco Sandoval de la FECI mantuvo activa una alerta roja internacional en nuestra contra, lo que, seis años más tarde, impidió que mi hermano recibiera el tratamiento que requería en el exterior y muriera de manera lenta, dolorosa e injusta.


Si bien este libro desde su publicación a la fecha se ha convertido en una piedra en el
zapato de quienes, con el único afán de justificar una posición y un salario, destruyeron nuestras vidas, y que hoy, de manera injusta a la vez que cobarde, disfrutan de un exilio dorado, con el cual sus patrocinadores les premian por haber ideologizado la justicia en Guatemala, también se constituye en ese pequeño aleph que a mí mismo me permite ver, comprender, aunque nunca aceptar como justo, todo aquello que vivimos y sufrimos.

*Nombre cariñoso con el cual llamaba a mi hermano Estuardo Valdés Paiz (1971 – 2019).

AFP
AFPhttp://www.diestralarevista.com
Periodista comprometido por la verdad

Artículos Relacionados

Síguenos

203SeguidoresSeguir
26SuscriptoresSuscribirte

Últimos Artículos